Me jacto de tener la habilidad de
detectar cuando un hombre se siente atraído hacia mí. Y cuando eso pasa, me
convierto en la serpiente que asecha a ese pequeño ratoncito, seduciéndolo,
mareándolo, hasta al final, comérmelo.
Pero odio ese momento de la vida
en la que el karma me cobra y me pone en frente del hombre de los sueños de
cualquier persona.
Anoche lo encontré y….. No me atreví a decirle nada, ni hola.
Estaba atrás de una barra (era bartender), y, cada que me decía “hola, qué quieres?” yo musitaba “casarme
contigo!!” cuando el replicaba un “¿perdón?”,
yo sólo decía “Un whiskey, amigo”, ¿Amigo? AMIGO?!!! Me reclamaba a mi misma,
dándome asco por el comentario.
Karma, me estás ganando, no puedo
ni verlo a los ojos sin querer aventar los vasos que tengo enfrente y
aventármele a él.
¡¿Cómo no voy a perderme por
alguien que, aparte de guapo, me da de beber?!
Es una oda a la masculinidad,
alto, rubio, ojos claros, cabello largo, brazos fuertes, motociclista, surfer,
semidios. Todo esto lo supe en el instante en que vi sus ojos azules… ah y
cuando investigué su nombre y decidí stalkearlo.
Mi conclusión… él no fue hecho
por dios, él es Dios.
¡Oh Dios! ¡Sálvame ó Tómame!! –
Me decía a mi misma mientras él me miraba extraño porque llevaba más de 10
minutos parada frente a él con mi bebida en la mano.
Volví a mi mesa, me quedé de pie
soñando, y, después de imaginar cómo lo despojaba de sus ropas y me tomaba ahí
mismo, sobre la barra, frente a todos, en un frenesí de pasión y bestialidad,
decidí hacer algo al respecto.
Tomé mi bebida para darme valor. Tomé las bebidas de mis amigos para darme aún más valor. Llegué. Lo miré directamente a los ojos y.... me fui.